La Tríada Fundamental: Ciencia, Política y Relaciones Públicas en la Construcción del Progreso

Jorge Zárate
Introducción: La Paradoja del Progreso
En el corazón de la empresa humana late una pregunta fundamental: ¿cómo transformamos el conocimiento abstracto en progreso tangible? La historia de la civilización es, en gran medida, la crónica de esta transformación. Sin embargo, en la era moderna, este proceso se ha vuelto extraordinariamente complejo, mediado por tres fuerzas aparentemente dispares pero profundamente entrelazadas: la ciencia, la política y las relaciones públicas. A menudo, se debate cuál de estos dominios tiene la primacía o es el motor inicial del cambio. ¿Es el descubrimiento científico puro (la “ciencia básica”) el que impulsa la innovación? ¿O es la voluntad política la que establece la agenda y financia la investigación? ¿Acaso son las relaciones públicas, la narrativa y la percepción pública, las que determinan qué se investiga y qué se implementa?
Este ensayo postula que, si bien la ciencia básica es ontológica y temporalmente primera, es el manantial original de todo conocimiento verificable, su capacidad para “medir resultados y trascender” depende críticamente de un ecosistema de apoyo donde la política y las relaciones públicas actúan como facilitadores esenciales, aunque a menudo problemáticos. La ciencia reside en el reino de lo que es, la política en el de lo que debe ser, y las relaciones públicas en el puente entre ambos: la percepción de lo que es y podría ser. El objetivo final es demostrar que subordinar la ciencia básica a los intereses políticos de corto plazo o a las campañas de comunicación superficiales es un error catastrófico. Solo entendiendo y dando lugar a la investigación fundamental no dirigida podemos sentar las bases para una medición rigurosa de los resultados y una trascendencia genuina que beneficie a la humanidad a largo plazo. Para ello, es imperativo analizar el rol de cada elemento en este ecosistema y el espacio –a menudo conflictivo– donde se encuentran, con especial atención a un sector donde esta interacción resulta particularmente visible: el de los viajes y el turismo.
I. La Primacía Ontológica de la Ciencia Básica: El Manantial del Conocimiento
La ciencia básica o pura es la búsqueda del conocimiento por el conocimiento mismo, sin una aplicación práctica inmediata en mente. Es, sin lugar a dudas, el punto de partida ontológico. Su valor reside en su método: un proceso riguroso, sistemático y autocorrectivo de observación, experimentación y verificación que busca describir y entender los mecanismos fundamentales de la naturaleza y la sociedad.
La historia está repleta de ejemplos que demuestran cómo investigaciones aparentemente arcanas y desconectadas de la realidad dieron lugar a las revoluciones tecnológicas y médicas más transformadoras. El trabajo de James Clerk Maxwell en el siglo XIX sobre las ecuaciones del electromagnetismo no tenía como objetivo crear la radio o la televisión; buscaba comprender una fuerza fundamental del universo. Sin embargo, sus ecuaciones son la base de todas las telecomunicaciones modernas (Greenberg, 2015). De manera similar, la investigación en mecánica cuántica, iniciada por científicos como Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg para resolver paradojas teóricas, fue esencialmente un ejercicio de ciencia básica. Medio siglo después, es el fundamento de los transistores, los láseres y toda la computación moderna (Isaacson, 2014).
El caso más paradigmático es quizás el del descubrimiento de la estructura del ADN por Watson y Crick. Su hallazgo en 1953 fue un triunfo de la ciencia básica, impulsado por la curiosidad intelectual. No tenían un plan para curar enfermedades genéticas; simplemente querían descifrar la arquitectura de la vida. Ese conocimiento básico se convirtió en la piedra angular de la biotecnología, la medicina genómica y la criminología forense, campos que hoy “miden resultados” y “trascienden” de maneras que eran inimaginables en su momento (Maddox, 2003).
En el ámbito del turismo, este principio se manifiesta de forma igualmente crucial. La ecología de sistemas y la ciencia climática (ciencia básica) proporcionan los modelos predictivos esenciales para entender el impacto del turismo de masas en frágiles ecosistemas, como arrecifes de coral o reservas naturales. Sin esta investigación fundamental, no tendríamos las métricas para medir la degradación ambiental. La validación por pares de estos estudios es lo que da credibilidad a las alertas sobre la capacidad de carga de los destinos. Investigaciones en psicología social y antropología cultural, aparentemente abstractas, proveen el marco para comprender las dinámicas entre visitantes y comunidades locales, esencial para diseñar modelos de turismo sostenible.
Por lo tanto, la ciencia básica es primero porque es la fuente de todo conocimiento aplicado. Sin ella, no hay nada que aplicar, nada que medir y nada que comunicar. Es el depósito de ideas del cual la innovación futura extrae sus recursos. Subestimarla o financiarla de manera insuficiente equivale a comerciar el futuro por una gratificación inmediata.
II. El Espacio de Encuentro: La Intersección Crítica con la Política y las Relaciones Públicas

Sin embargo, la ciencia no existe en el vacío. Opera dentro de un contexto social, económico y político que determina en gran medida su dirección, su financiamiento y su impacto. Es en este espacio de intersección donde la primacía ontológica de la ciencia choca con la realidad de su implementación.
A. La Política: El Árbitro de los Recursos y la Agenda
La política es el proceso mediante el cual las sociedades toman decisiones colectivas, asignan recursos y establecen prioridades. En este sentido, la política es el mecanismo que decide qué ciencia se financia, cuánto se le destina y con qué objetivos sociales amplios debe alinearse. La política convierte el conocimiento (lo que es) en acción (lo que debe hacerse).
La relación es simbiótica pero tensa. La ciencia proporciona a la política la evidencia necesaria para tomar decisiones informadas sobre temas críticos como el cambio climático, la salud pública o la energía. A cambio, la política proporciona a la ciencia la estabilidad financiera y el marco institucional para florecer. El establecimiento de agencias como la NASA o los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en Estados Unidos son ejemplos de decisiones políticas monumentales que canalizaron recursos masivos hacia la ciencia básica y aplicada, con resultados transformadores (Greenberg, 2015).
El peligro surge cuando la política intenta subordinar la ciencia a sus ciclos electorales o ideologías. La politización de la ciencia –ya sea negando el consenso científico sobre el cambio climático, interfiriendo en la investigación de salud pública o dirigiendo fondos únicamente a proyectos de aplicación inmediata y visible– corroe el proceso científico. La ciencia se ve forzada a producir los resultados que el poder desea oír, en lugar de la verdad incómoda que necesita escuchar. Como señala Oreskes (2019), la negación organizada de la ciencia climática es un caso de estudio sobre cómo los intereses políticos y económicos pueden manipular la narrativa pública, socavando la capacidad de la sociedad para responder a una amenaza existencial basándose en evidencia.
En el sector de viajes y turismo, esta dinámica es particularmente evidente. Durante la pandemia de COVID-19, la epidemiología y la ciencia de datos (ciencia aplicada) generaron evidencia crucial sobre los patrones de contagio. Las políticas de restricción de viajes, cuarentenas y protocolos sanitarios en aeropuertos que se basaron en esta evidencia fueron mucho más efectivas para mitigar los impactos sanitarios y, a la larga, permitieron una reapertura más segura y rápida que aquellas dictadas por intereses políticos o económicos cortoplacistas. La política turística informada por la ciencia demostró ser no solo más ética sino también más efectiva económicamente a medio plazo.
B. Las Relaciones Públicas: El Puente Narrativo hacia la Sociedad
Si la política es el árbitro de los recursos, las relaciones públicas (RR. PP.) son el mecanismo de traducción y persuasión. Su función es comunicar la ciencia de manera comprensible, accesible y convincente para el público, los medios de comunicación y los propios políticos. En un mundo saturado de información, la mera existencia de un hecho científico no es suficiente; debe ser contextualizado, explicado y enmarcado para que resuene y motive la acción.
Las RR. PP. son cruciales para construir lo que Callon (1999) denomina “investigación concertada”, donde científicos, políticos, industrias y ciudadanos colaboran en la definición de problemas y la búsqueda de soluciones. Una comunicación científica efectiva puede generar apoyo público para la financiación de la ciencia básica, explicando su valor a largo plazo de manera elocuente. Las campañas de concientización sobre enfermedades raras, por ejemplo, han logrado movilizar recursos tanto privados como públicos para la investigación, demostrando el poder de la narrativa (Fischhoff & Scheufele, 2013).
No obstante, este poder conlleva una gran responsabilidad ética. El riesgo inherente es la simplificación excesiva, la sensacionalización o, en el peor de los casos, la distorsión deliberada. Cuando las RR. PP. priorizan el mensaje sobre la integridad de los datos, se convierten en propaganda. La comunicación de riesgos, por ejemplo, es un campo minado: minimizar un riesgo para evitar el pánico o exagerarlo para atraer fondos son tentaciones constantes que pueden erosionar la confianza pública, el activo más valioso de la ciencia (Fischhoff & Scheufele, 2013). La “ciencia” comunicada se convierte en un espectáculo, divorciada de su rigor metodológico y su esencia crítica.
En el contexto turístico, una vez que la política definió protocolos basados en ciencia durante la pandemia, el reto fue comunicarlos. Campañas como “Safe Travels” del World Travel & Tourism Council (WTTC) o los sellos de turismo seguro de varios países ejemplifican el rol de las RR. PP. Su objetivo fue traducir complejos protocolos sanitarios en un mensaje claro y tranquilizador para los viajeros, reconstruyendo la confianza y allanando el camino para la recuperación. Esta comunicación efectiva fue tan crucial como las propias medidas sanitarias para la supervivencia del sector.

III. El Ciclo Virtuoso: De la Curiosidad a la Trascendencia
El camino desde un descubrimiento científico básico hasta su trascendencia en la sociedad sigue un ciclo virtuoso, aunque no lineal, que requiere la participación armoniosa de los tres elementos:
- Origen (Ciencia Básica): Un científico o grupo de científicos, impulsados por la curiosidad, investiga un fenómeno fundamental sin un uso práctico predefinido. Ejemplo: La investigación en enzimas de restricción en bacterias o el estudio de los ecosistemas marinos.
- Validación y Comunicación Interna (Ciencia): El descubrimiento es revisado por pares y publicado en literatura especializada, entrando al acervo del conocimiento humano. Esta fase es el control de calidad que asegura el rigor.
- Traducción y Advocacy (Relaciones Públicas de la Ciencia): Los comunicadores científicos, las universidades y los propios investigadores explican la potencial importancia del hallazgo a un público más amplio, generando interés y comprensión.
- Financiamiento y Marco (Política): Los legisladores y agencias de funding, informados por la comunidad científica y la opinión pública, deciden invertir en esta línea de investigación, reconociendo su potencial a largo plazo. Ejemplo: La financiación sostenida del Proyecto del Genoma Humano o la inversión en proyectos de destinos turísticos inteligentes.
- Aplicación y Medición (Ciencia Aplicada y Política): El conocimiento básico se convierte en tecnología o aplicación práctica (terapias genéticas, tests de ADN, sistemas de gestión de visitantes). Su impacto es medido rigurosamente (resultados en salud, eficacia, coste-beneficio, impacto ambiental).
- Implementación y Trascendencia (Política y Sociedad): Las políticas públicas incorporan estos avances (nuevos tratamientos en el sistema de salud, nuevas regulaciones forenses, límites de capacidad turística). La comunicación continua (RR. PP.) asegura la aceptación y el uso adecuado.
La ruptura de este ciclo en cualquier punto tiene consecuencias nefastas. Si falla la ciencia básica (fase 1), el ciclo nunca comienza. Si falla la validación (fase 2), se pierde credibilidad. Si falla la comunicación (fase 3), el descubrimiento muere en una torre de marfil. Si falla la política (fase 4), no hay recursos para convertir la idea en realidad. Y si la comunicación se corrompe (fase 3 o 6), se siembra la desconfianza y se obstruye la implementación.
IV. Aplicación en el Sector de Viajes y Turismo: Un Caso Práctico
La teoría de la tríada ciencia-política-relaciones públicas encuentra un campo de aplicación inmediato y vital en el sector de viajes y turismo, una de las industrias más grandes y sensibles del mundo. Este sector es un ejemplo paradigmático de cómo este ciclo virtuoso puede impulsar la recuperación, la resiliencia y la transformación sostenible.
Recomendaciones de Aplicación para el Sector:
Para que el sector de viajes y turismo trascienda hacia un modelo más resiliente, sostenible y próspero, debe adoptar conscientemente el marco de la tríada:
Para los Científicos y Académicos (Ciencia):
- Investigar con Contexto: Dirigir la investigación hacia los problemas más apremiantes del sector: modelado de flujos turísticos para evitar la saturación, desarrollo de materiales y logística de baja huella de carbono, estudios de psicología del consumidor post-pandemia, y análisis de impacto económico real del turismo en comunidades locales.
- Comunicar de Manera Accesible: Traducir los hallazgos complejos en informes ejecutivos, dashboards de datos y recomendaciones accionables para empresarios y creadores de políticas, facilitando así la transición a la fase de política.
Para los Gobiernos y Autoridades (Política):
- Crear Mesas de Diálogo Tripartitas: Establecer foros permanentes donde científicos, empresarios turísticos y responsables políticos diseñen conjuntamente la estrategia nacional de turismo. Esto evita que la política opere en el vacío.
- Financiar con Visión: Actuar como “inversor de primer resort” en I+D+i turística. Ejemplos: financiar proyectos piloto de destinos inteligentes (smart destinations), subsidiar la transición energética de pymes hoteleras basándose en evidencia técnica, o crear observatorios turísticos que midan impactos con rigor científico, no solo volumen de visitantes.
- Legislar con Base en Evidencia: Utilizar los datos científicos sobre capacidad de carga para legislar sobre límites de visitantes a espacios naturales protegidos, en lugar de ceder a la presión por maximizar números a corto plazo.
Para los Empresarios y Comunicadores (Relaciones Públicas):
- Adoptar y Comunicar la Verdad Científica: Las campañas de marketing deben basarse en atributos reales y verificables (ej.: “carbono neutral certificado por X organismo”) y no en greenwashing o mensajes vagos. La autenticidad construye confianza a largo plazo.
- Educar al Viajero: Utilizar los canales de comunicación para explicar al turista el porqué de ciertas medidas (por qué no se puede usar protector solar en ciertos arrecifes, por qué hay que pagar una tasa de conservación). Esto transforma una restricción en una experiencia de consumo consciente y de mayor calidad.
- Gestionar Crisis con Transparencia: En caso de una crisis (climática, sanitaria, de seguridad), la comunicación debe priorizar la precisión y la seguridad, coordinándose con las recomendaciones de las autoridades científicas y políticas para emitir un mensaje unificado y creíble.
V. Conclusión: Dar Lugar a la Ciencia para Asegurar el Futuro
La pregunta “¿qué es primero?” encuentra así una respuesta clara: la ciencia básica es la primera en el orden del ser y del conocer. Es el cimiento indispensable. Sin embargo, para “medir resultados y trascender”, debe insertarse en un ecosistema donde la política y las relaciones públicas no sean amos distorsionadores, sino sirvientes ilustrados.
La política debe actuar como un mecenas visionario, no como un capataz de corto plazo. Debe crear marcos estables de financiamiento para la ciencia básica, protegiéndola de los vaivenes ideológicos y confiando en el criterio de la comunidad científica para identificar las líneas de investigación más prometedoras, aunque su aplicación no sea inmediatamente obvia. Como argumenta Mazzucato (2018), el Estado debe ser un inversor de primer resort, asumiendo riesgos que el sector privado evita, para crear los mercados del futuro a partir de la ciencia fundamental.
Las relaciones públicas, por su parte, deben abrazar un código de ética riguroso que priorice la precisión sobre el impacto, la educación sobre la persuasión. Su rol no es vender la ciencia, sino tender puentes de comprensión. Deben combatir la desinformación no con eslóganes, sino con una pedagogía constante que empodere a los ciudadanos para distinguir la evidencia de la opinión.
El objetivo final de entender esta tríada es construir una sociedad más resiliente, próspera y racional. Como demostró la aplicación al sector de turismo, integrar este ciclo virtuoso permite a las industrias dejar de ser reactivas y convertirse en líderes proactivos. Al dar lugar a la ciencia para medir su impacto real, alinear la política hacia una visión de largo plazo basada en evidencia y comunicar con honestidad y transparencia, el sector no solo se protege contra futuras crisis sino que construye una oferta más valiosa, responsable y deseable.
Una sociedad que valore la curiosidad desinteresada tanto como la utilidad práctica; que confíe en los expertos pero fomente el escepticismo informado; y que utilice el poder de la narrativa para iluminar la verdad, no para ocultarla. Dar lugar a la ciencia básica no es un gasto superfluo; es la inversión más crucial que podemos hacer en nuestro futuro colectivo. Es la semilla de la que brotarán las soluciones a los problemas que aún ni siquiera podemos imaginar. En la unión inseparable de lo que es, lo que debe ser y lo que se percibe que puede ser, reside la clave para trascender nuestras limitaciones presentes y medir nuestro progreso hacia un mañana mejor.
Referencias Bibliográficas
Callon, M. (1999). The Role of Lay People in the Production and Dissemination of Scientific Knowledge. Science, Technology and Society, *4*(1), 81–94. https://doi.org/10.1177/097172189900400106
Fischhoff, B., & Scheufele, D. A. (2013). The Science of Science Communication. Proceedings of the National Academy of Sciences, *110*(Supplement 3), 14031-14032. https://doi.org/10.1073/pnas.1312080110
Greenberg, D. S. (2015). The Politics of Pure Science. University of Chicago Press.
Ivars-Baidal, J. A., Celdrán-Bernabeu, M. A., Mazón, J. N., & Perles-Ivars, Á. F. (2019). Smart destinations and the evolution of ICTs: a new scenario for destination management? Current Issues in Tourism, *22*(13), 1581-1600. https://doi.org/10.1080/13683500.2017.1388771
Isaacson, W. (2014). The Innovators: How a Group of Hackers, Geniuses, and Geeks Created the Digital Revolution. Simon & Schuster.
Maddox, B. (2003). Rosalind Franklin: The Dark Lady of DNA. HarperCollins.
Mazzucato, M. (2018). The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths (Revised ed.). Penguin Books.
Oreskes, N. (2019). Why Trust Science?. Princeton University Press.
Pielke, R. A., Jr. (2007). The Honest Broker: Making Sense of Science in Policy and Politics. Cambridge University Press.
World Travel & Tourism Council (WTTC). (2020). Safe Travels: Global Protocols & Stamp. Retrieved from https://wttc.org/Initiatives/Safe-Travels
Muy interesante texto académico. Me quedó con lo expresado en el cierre, de “dar lugar a la ciencia”, algo que es más importante que nunca. Felicitamos al autor.